lunes, 3 de enero de 2011

Trescientos sesenta y cuatro días (y la decisión de las uvas)

No me gusta llamar a esto “propósito de año nuevo” porque de todos es sabido que esas empresas fracasan a veces incluso antes de empezar a rodar.

Pero hacer mudanza y empezar a dejar escritos en otros rincones no era el único cambio. Esa tarde del día 31 decidí que, ya que me ha ido como me ha ido en este año, iba a hacer un experimento e iba a decir “no” a las uvas que muchos llaman “de la suerte” (me río yo). Así que allí estaba yo, sentado en el salón de casa de mi tía esperando la imagen estática más popular del año en la televisión, el reloj de la Puerta del Sol, con las manos vacías y viendo cómo mi familia pelaba sus uvas y se cercioraba que fueran doce y no tuvieran ninguna pepita más grande de lo habitual (es la comida del año que más se manosea, cuando lo miras objetivamente te das cuenta de las barbaridades que se pueden hacer para no morir en el intento de entrar en el nuevo año) y mi hermana y mi padre preparaban el racimo de gominolas  [no me puedo creer que el corrector no dé por válida la palabra gominola… pero eso no viene al caso]. Y llegó el momento, las presentadoras explicaron el funcionamiento del reloj como si fuese la primera vez en la historia que se dan las doce campanadas y bajó el carrillón, y en mi mente esta idea: “Cada día, desde hoy, me diré: todo empieza hoy”. Acabadas las doce pizcas de tortura y con la boca aún copada de fruta “a lo hamster” llegaron los besos y felizañonuevos y los brindis con cava (alguien dijo: el cava es la única bebida que sólo se usa para brindar, si no fuera por eso nadie la tomaría)

Y por fin… A celebrar eso de “…vida nueva” con los amigos.

002 Trescientos sesenta y cuatro días (y la decisión de las uvas)

Columna de sonido, mesa de mezclas, mesa de dj, portátil y micro “en mano” (en mano sí… jajaja) nos fuimos a churriana a montar, nunca mejor dicho, la fiesta de la noche. Cotillones, Wii, Black Stories, ganchitos, patatas, coca colas y “rones” hicieron el resto y sin darnos cuenta eran las seis y media de la mañana. (ya veis que no nos hace falta gran cosa, lo importante es estar) Comenzamos a recoger y condujimos de vuelta, con sus odisea correspondiente, ya que había un control de la guardia civil que “más que control era exámen” según Dani, con sus nueve o diez coches convirtiendo con su efecto embudo la autovía de tres carriles en uno y parando a todos para hacer “el agosto” (empiezan pronto). Al final nos amaneció en la carretera.

Y con la luz es imposible dormir y me costó la misma vida conciliar el sueño. Y esta es la historia de cómo se desvaneció el primer día del año. Esto… ¿yo qué quería contaros? ¡Ah! que lo disfruté mucho en nochevieja (Todo se resume en eso, pero es que a mi me gusta echarle literatura)

A veces creo que el día 1 de Enero no existe (son los padres)

2 comentarios:

  1. Me encanta esta manera de escribir tan... natural. Espero q este nuevo blog siga por esta senda y que los catalanes no te escuchen decir eso del cava!!!! jajajajaja, aunque sea verdad.

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  2. Antoñito!! iba a poner champagne pero cava me parecía más español... (y dejo los puntos suspensivos para que cada uno le de la interpretación que crea conveniente)

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