miércoles, 5 de enero de 2011

Ikea, los chaise longues y la cabalgata de mi barrio son perjudiciales para la salud cervical

Llevo más de un mes “vegetando” en casa, saliendo apenas (o a-penas, depende del caso) y haciendo traslados corporales de la cama al sofá y viceversa. Pero yo sabía que este día tenía que llegar, pues “los reyes” están asomando ya (y hay que comprar leche y galletas pa’ los camellos…)

Total, que hoy, después de la maravillosa y nada dolorosa sesión de rehabilitación he llegado a casa y mi madre prácticamente me esperaba con el monedero en la mano y mi padre con las llaves del coche. Sin darme tiempo a pensarlo me he visto camino del polígono en busca de las naves de venta de muebles, buscando un “3+2” pero sin tenerlo claro, porque los “chaise longue” marcan tendencia… [yuju] (quien haya amueblado su casa comprenderá mi encrucijada) No exagero si digo que no ha faltado tienda en Málaga que no hayamos visitado, porque nada, absolutely nothing, convencía a mi madre para renovar la casa.

En un momento del almuerzo se me ocurrió sugerir un nombre sueco: Ikea. No me acordaba yo que odio esa tienda, que entro con la impresión de estar siendo conducido al matadero por las flechas del suelo, y que me parece tan laberíntico que cada vez que cambio de sección me siento Teseo y tengo la seguridad de que me voy a encontrar con el Minotauro (o más bien me siento Minotauro a merced del gran Dédalo sueco). Como era de esperar, esos estilos tan simples no han convencido tampoco y después de dar mil y una vueltas hemos logrado salir vivos de aquel horrible lugar lleno de personas mirando hacia arriba o hacia abajo, pero ninguna al frente.

Como último recurso, cuando ya me daba por vencido y barajaba otras posibilidades para regalar, hemos visitado una tienda de muebles relativamente cerca del barrio y allí, por fin, ¡lo ha encontrado!. Ya tengo regalo para mis padres, sólo que los reyes traerán un “vale por un sofá” porque tardan treinta días en traerlo.

Camino de la última tienda notaba yo un tráfico demasiado denso para ser tan temprano, y además era inusualmente raro por aquella zona. Entonces lo supimos: la cabalgata del sector Cruz del Humilladero, vamos, lo que viene siendo mi barrio.Después de un tiempo larguísimo esperando para pasar, los amables policías nos han desviado de la ruta. En este momento de la historia ya no pude más. – Papá, me bajo, me voy andando a la casa, tardaré menos. – y así ha sido, me he bajado del coche y he atravesado la muchedumbre hambrienta, que parece que no han comido caramelos en su vida, para poder encauzar mi regreso. Cuando ya llevaba diez minutos entre niño y padre, gritos y pitos, tambores y villancicos rocieros, he parado en seco mi caminar y he respirado profundamente para no volverme “republicano” y gritar ciertas verdades sobre los reyes delante de los críos.

Lo importante es que llegué a mi “celda-refugio” habitual que algunos llaman casa, cansadísimo del tute (qué gran juego de cartas) que me he pegao', con un “leve” dolor de cuello y prometiéndome no pisar Ikea hasta que no sea de vital importancia. Peeeeeeeeeeeeeeeeeeero… ¡con la satisfacción de haber encontrado el regalo!

(bufff, ¡cómo me enrollo!)

2 comentarios:

  1. cascarrabias, las cabalgatas de los reyes son guays!

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  2. Uiii Ikea todavía no he entrado en aquella jungla, una cajera le dijo a una amiga que desde la entrada hasta la salida había un recorrido de 3Km.
    Y tiene razón Aire las cabalgatas de los reyes son guays.
    ¿Qué tal se han portado los Reyes contigo?
    *

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