«-Lo que embellece al desierto –dijo el principito – es que esconde un pozo en cualquier parte»
Es mi libro favorito. Dejando de lado las grandes historias de las novelas que he leído, si tengo que elegir, elijo un libro para niños: “El Principito”
¿Por qué? Pues es bien simple: igual que los desiertos, este libro esconde decenas de pozos repletos donde profundizar y beber. Es la belleza de lo escondido a los ojos.
He perdido la cuenta del número de veces que lo he leído. Sé exactamente en qué capítulos están las frases que me hacen reflexionar.
Incluso tengo un ritual: Compro la edición de bolsillo y subrayo cada frase que me hace bien, luego lo dejo en la estantería esperando a que aparezca la persona adecuada. Cuando lleva en su sitio un par de semanas suele aparecer en mi vida alguien que no ha leído el libro y tarde o temprano acaba confesándose. -¿Que no lo has leído? –Le digo asombrado a su futuro dueño –Déjame que te lo regale. Entonces ha terminado mi búsqueda, fecho el libro por si alguna vez el dueño quiere recordar el día en que dejó de preguntarse por la edad para interesarse por las colecciónes de mariposas y dejo que el principito obre maravillas en su nuevo amigo.
Antes de la cena de nochevieja de este 2010 me encontré con un ejemplar del libro troquelado y no pude evitar comprarlo, aún teniendo la edición de bolsillo ya en mi estantería. Recuerdo que aquella cena comenté que me había comprado el libro y entonces apareció, como siempre, una futura dueña de mi ejemplar de estantería. Al tiempo subrayé con esmero la frase del capítulo XXIV «Es necesario proteger a las lámparas; un golpe de viento puede apagarlas…» y el capítulo XXIII completo, porque no era capaz de elegir, y ese día dejé volar el libro “aprovechando una migración de pájaros silvestres”.
«¡Y ninguna persona grande comprenderá jamás que tenga tanta importancia!»